Tuesday, January 31, 2006

CITAS SELECCIONADAS

"Antes de tratar de convertirte en una persona de éxito, procura ser una persona de valores"
Albert Einstein (citado en Reyes B., Patricio. ¿Herederos de Maquiavelo?, Ed. Edebé)
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"El hombre parece tener más carácter cuando sigue su temperamento que cuando sigue sus principios"
Friedrich Nietzsche (www.frasedehoy.com)
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"Un hombre que no arriesga nada por sus ideas, o no valen nada sus ideas o no vale nada el hombre"

Monday, January 16, 2006

EL ENCEGUECEDOR PODER

Mauricio Castro Pedrero
Administrador Público
Enero de 2006



Maquiavelo está de moda. El poder es lo más importante y está encegueciendo a quienes lo poseen.

Las últimas semanas hemos observado como el Gobierno ha realizado diversas actividades - y avalado otras – con el objetivo claro de que su abanderada presidencial, Michelle Bachelet, logre el triunfo en esta segunda vuelta del 15 de Enero.

Esta estrategia la ha encabezado nada más ni nada menos que el Presidente de la República, Ricardo Lagos, quien no ha podido evitar la tentación de involucrarse casi como el Jefe de campaña de la presidenciable, principalmente, por dos motivos. El primero de ellos dice relación con el alto capital político que posee su figura, lo cual queda demostrado encuesta tras encuesta, en donde sus índices de popularidad no parecen tener límites. El otro motivo, es que visualiza un riesgo real de perder la próxima elección, en manos del candidato de la oposición, Sebastián Piñera, lo que deja entrever la baja confianza que posee el gobierno y en general la Concertación en su conjunto, en las capacidades de Bachelet.

Una perogrullada que señala el Gobierno para avalar su actuar – poco ético a mi juicio – es que ellos pertenecen a una coalición y, por lo tanto, avalan la prescindencia administrativa mas no la prescindencia política. Esto es correcto, y cada miembro de la Concertación y, por supuesto, cualquier funcionario público – en su calidad de ciudadano – puede manifestar su posición política y participar en actividades partidarias, siempre y cuando no utilicen recursos públicos.

Esto no tiene cuestionamiento alguno. Lo que si es absolutamente reprochable es utilizar el poder político que posee el Ejecutivo, en actividades que no poseen como finalidad ejercer el mandato de la ciudadanía que es gobernar, sino que tienen el claro propósito de colaborar en el triunfo de su abanderada presidencial.

Una de las primeras acciones que realizó el Gobierno, fue presentar un proyecto de reforma constitucional, para establecer la proporcionalidad del sistema electoral en nuestra constitución política. Si bien, es legítimo plantear de cara al país la postura de cada coalición, lo importante acá es el fin que se busca. Y claramente – no hay que ser muy ducho en política para darse cuenta – el fin en este caso, no es reformar el sistema electoral, sino solamente utilizar la facultad presidencial de establecer las urgencias para la discusión de proyectos de ley, en beneficio de la coalición oficialista. Si no, ¿cómo se explica que durante los últimos diez años - por lo menos – la Concertación señale una y otra vez su oposición al sistema binominal, pero no posea ningún proyecto alternativo con el cual analizar las virtudes y defectos de uno u otro sistema electoral?. El proyecto de reforma constitucional enviado al Congreso, deja de manifiesto la falta de voluntad real de modificar el sistema binominal, y representa la poca seriedad para tratar este importante tema, que raya en la falta de respeto con los ciudadanos.

Lo relacionado con el proyecto de ley sobre empresas subcontratistas y empresas de servicios temporarios (que no es lo mismo como muchos piensan), es una estrategia de similares características. El objetivo es el mismo, aunque por lo menos el proyecto tiene un contenido específico, lo cual le da un poco más de seriedad al asunto. Lamentablemente, esta seriedad se acaba nuevamente cuando el Presidente de la República decide- luego de que tanto la Concertación como la Alianza aprobaran en general el proyecto enviado por el Ejecutivo – retirar la discusión inmediata a dicha iniciativa.

Otro tema fuertemente cuestionado, es el actuar de los funcionarios públicos en épocas eleccionarias. Incluso el Contralor General de la República ha intervenido en esta discusión, al señalar que “ha habido un moderado intervencionismo electoral”.

No obstante lo anterior, es menester aclarar que la Contraloría sólo vela por la legalidad con la que se actúa en la Administración del Estado, lo cual no quiere decir que algo legal según este organismo público, es necesariamente un acto ético y por tanto, no reprochable. Un ejemplo de esto es lo relacionado con los famosos correos electrónicos que han enviado altas autoridades de servicios públicos a sus subordinados (hasta ahora se conocen los casos de INDAP y FOSIS), para que colaboren “voluntariamente” con recursos para la campaña de Bachelet, lo cual es indiscutiblemente un presión para los funcionarios públicos (sobre todo los que están a contrata y a honorarios). Quien discuta esto, es un ingenuo o un fanático.

Ante esto, la oposición reacciona indignada y el oficialismo no se pronuncia directamente, sino que busca la excusa más popular de los últimos tiempos: hay que dejar que las instituciones funcionen. El Ministro del Interior, Francisco Vidal, señala que el asunto de los correos electrónicos, lo va a analizar y resolver la Contraloría, que - como se señaló - sólo tiene competencia para pronunciarse sobre la legalidad o ilegalidad de los hechos. ¿Y quién le dijo al señor Vidal que los comportamientos no éticos, tienen que ser siempre ilegales, para ser tales?, ¿acaso el ministro no tiene opinión sobre este asunto? ¿o acaso necesita más pruebas?. El asunto es claro: acá hay una presión indebida hacia los funcionarios públicos, y cualquier persona que valore la ética y la probidad en el servicio público, debiera actuar en consecuencia.

Pero actuar en consecuencia, significaría despedir (o sancionar administrativa y/o políticamente) a esos funcionarios que ejercieron esta presión indebida, dando una clara señal a la ciudadanía de la firmeza con la que se va a resguardar la probidad pública. No obstante, esto generaría un hecho político que favorecería a la oposición y por tanto, simplemente no se hace. Muchos dirán que “la política es así”. Otros dirán que “mantener el poder en una coalición (que representa al bien) en vez de entregárselo al adversario (que representa el mal) es un bien mayor que justifica ciertos hechos”. Muchos dicen que el buen político es el que sabe hacer estas jugadas. Es más, el mismo senador Larraín (UDI) señaló que extrañaba a Insulza porque él si que sabía hacer “maniobras inteligentes y no burdas”. En otras palabras está diciendo que hay que ser más sutil para realizar actividades impresentables.

Estos “políticos inteligentes” – que existen en uno y otro lado - son los que ensucian la política y la alejan de la ciudadanía. ¿Se ha dado cuenta que los mismos políticos señalan una y otra vez que la política es sucia, llena de zancadillas y deslealtades – casi señalando que están haciendo un sacrificio al participar en ella - ?. Lo más divertido de todo es que utilizan la palabra “política” como si estuviera aislada y ellos no tuvieran nada que ver. La política “es así y hay que asumirla como tal” parecen decir. Y, la verdad sea dicha, la política es hecha por políticos. Usted me entiende

¿HASTA DÓNDE LLEGA MI ÉTICA?

Mauricio Castro Pedrero
Administrador Público
Octubre de 2005

¿Se ha enfrentado alguna vez a un dilema ético, en el cual sus principios le dicen que actúe de una forma determinada, pero usted sabe – o cree saber – que si actúa siguiendo sus principios, deberá enfrentar consecuencias que no sabe – o cree no saber - si está dispuesto a soportar?.

La respuesta a ésta y otras preguntas de la misma índole, no es nada de fácil, pues para que usted logre tener claridad sobre cómo actuar – cuando enfrente este tipo de dilema - deben cumplirse principalmente dos condiciones: a) principios éticos sólidos y bien definidos y; b) prioridades valóricas claramente identificadas. Así entonces, quién no cumpla con estas condiciones, no estará preparado para enfrentar con decisión y tranquilidad un dilema ético.

El tema de fondo es que lo más probable es que sea una minoría la que cumpla con estos requisitos.

Los principios éticos

Por lo general, las personas no se sientan a reflexionar acerca de cuáles son sus principios éticos, principalmente en aquellas cosas o actividades que no existe consenso acerca de su corrección
[1]. Tan sólo actúan conforme van enfrentando diversas situaciones en donde ponen de manifiesto los principios éticos que llevan dentro (¡aunque ni siquiera se den cuenta!).

Así entonces, tener claridad y certeza sobre lo malo que es matar, robar, violar los derechos humanos, corromperse, etc., no es de gran dificultad en la teoría.

No obstante, lo complejo de todo esto viene a la hora de operacionalizar los principios que hemos definido para nosotros mismos: ¿no estoy dispuesto a matar bajo ninguna circunstancia?, ¿no estoy dispuesto a robar aunque mis hijos estén a punto de morir de inanición?, ¿seré capaz de seguir mis principios éticos hasta las últimas consecuencias?

Cuando se presentan situaciones complejas pero reales, es cuando se ponen a prueba nuestros principios éticos y de esta forma, usted puede saber por medio de los actos de los demás, cuáles son los principios de éstos y por su parte, los demás pueden conocer los principios suyos, más allá de meras declaraciones. Es más, mis declaraciones, las suyas y la de los demás, carecen de toda importancia si no se ven respaldadas por acciones.

Y aquí, en las acciones está la dificultad, pues a lo largo de nuestras vidas – tanto en el ámbito personal como en el laboral – debemos enfrentar situaciones que ponen a prueba nuestros principios, dejando en evidencia la fortaleza o debilidad de nuestras convicciones. Si nuestros principios son débiles, se creará un sentimiento personal de confusión, al no tener certeza de la corrección de una actividad determinada. Por su parte, si nuestros principios éticos son sólidos, lograremos determinar con facilidad si una actividad se condice o no con estos principios.

Pero, ¿basta con tener principios éticos sólidos que nos permitan diferenciar con claridad una actividad ética de una que no lo es?. Lamentablemente no.

¿Dónde están nuestras prioridades?

Una vez que logramos determinar cuáles son nuestros principios y valores más preciados, debemos reflexionar e intentar dar respuesta a la siguiente pregunta: ¿estoy dispuesto a defender a ultranza y ser consecuente con mis principios, independiente de las consecuencias que puedan provocar mis acciones?.

Piense por ejemplo en que usted considera como valor fundamental la honestidad. Por su parte considera que la familia es lo más preciado en su vida. Ahora imagine que toma conocimiento que su pareja o un familiar cercano asaltó un banco, ¿lo(a) delataría?, ¿qué es más importante: la honestidad o la familia?.

Póngase en otra situación menos extrema pero igualmente difícil: En su trabajo le solicitan que realice una actividad que usted considera fuera de sus parámetros morales (puede que se le ordene hacer algo legal, pero a su juicio, inadecuado), pero teme que si se niega, lo despidan o por lo menos le dificulten la estadía en su lugar de trabajo y por consiguiente, su posibilidad de ascender. En este caso, el actuar de acuerdo a los principios, tiene costos potenciales asociados que no todos estarán dispuestos a soportar.

En el ámbito teórico, este dilema se refleja en dos maneras de visualizar a la ética
[2].

Por un lado tenemos lo que se denomina “Ética de la responsabilidad” cuyo máximo exponente es Max Weber. Esta forma de ver la ética señala que antes de actuar, debemos de analizar las consecuencias de nuestros actos, y, luego de realizar ese análisis, determinar que es lo más conveniente (visión pragmática de la ética). Ahora bien, analizar - o por lo menos visualizar - las potenciales consecuencias que pueden producirse por seguir nuestros principios, es normal y sucederá siempre, pues el hombre es un ser que posee el don de la racionalidad y, por consiguiente, será muy difícil abstraerse de lo que puede ocurrir si se actúa de una determinada manera. No obstante, si a partir de ese análisis (llamémoslo análisis costo-beneficio), usted toma la decisión de actuar de una forma u otra, se encuentra usted en esta categoría
[3].
Por otro lado, tenemos la “Ética de principios” o “Ética de la convicción”, la cual nos señala que cada cual debe actuar en concordancia con sus principios, independiente de las consecuencias que imaginemos.

Así entonces, el segundo y último paso es definir cuáles son nuestras prioridades. En otras palabras, debemos reflexionar y lograr determinar hasta dónde se está dispuesto a defender los principios y actuar en consecuencia. En suma, lo que debemos hacer es dejar de engañarnos y decidir de una vez entre la ética de la responsabilidad o la ética de los principios. Debemos elegir una si queremos tener claridad a la hora de actuar.

La decisión: Actuar o no actuar
[4]

Según hemos analizado, el hombre al verse enfrentado a un dilema de tipo ético, puede tomar las siguientes decisiones:

Actuar según sus principios, independiente de las consecuencias.

Actuar, pero de una forma distinta a la que lo haría de no existir consecuencias (se siguen los principios hasta donde las consecuencias se acepten)

No actuar, pues las consecuencias (negativas) de la acción, son más elevadas que la satisfacción que le otorgaría el actuar de acuerdo a los principios (decisión basada en un análisis costo-beneficio).

De esta forma, podemos distinguir tres tipos de personas:

Las que no tienen principios éticos, por lo que para ellos este artículo no les reportó nada o, a lo más, una pequeña duda que desaparecerá con la velocidad que un delincuente quita la billetera a un desconocido (delincuente que, dicho sea de paso, lo más probable se encuentre en esta categoría).

Las que tienen principios éticos más o menos sólidos, pero que no están dispuestos en cualquier circunstancia a asumir las consecuencias que pueden acarrearle seguir sus principios. Estas personas son las que tienen mayores dilemas éticos, pues el análisis de las consecuencias es complejo y lleva aparejado un sentimiento de confusión y en ocasiones de culpa (pues se desea actuar de una determinada manera, pero el análisis dice lo contrario).

Las que tienen principios éticos sólidos y que han tomado la difícil decisión de actuar en concordancia con sus principios en cualquier circunstancia. Estas personas, son las que muestran más consistencia entre lo que piensan y lo que hacen. No obstante, tendrán serias dificultades en su relación con el entorno, pues no todos (a decir verdad, una ínfima minoría) piensan y actúan como este tipo de personas.

Y usted, ¿en qué categoría se encuentra?...la respuesta no es fácil, pero si al finalizar estas líneas, usted tiene la intención de contestar esta pregunta (aun cuando no logre contestarla), habré cumplido mi objetivo.

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Votar en contra de Estados Unidos ¿decisión de principios o análisis puro?

Recuerda usted cuando Chile, por ser miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, debió votar a favor o en contra de invadir Irak. En esa oportunidad el gobierno de Ricardo Lagos, tuvo que tomar una decisión muy compleja. Quizás la postura valórica del Gobierno siempre estuvo clara: en contra de invadir Irak por falta de pruebas concretas. No obstante, se comenzó a especular acerca de las represalias que podía tomar Estados Unidos en contra de nuestro país. Estas represalias – se decía – tenían que ver con el tema económico, en especial con un eventual retraso – o fracaso para los más fatalistas- de la firma del tratado de libre comercio con ese país.
Finalmente Chile optó por no votar a favor de los intereses de los Estados Unidos, pero, ¿cree usted que en el gobierno no analizaron las consecuencias de su decisión y se optó por votar como se hizo sólo por convicción? O bien, ¿analizaron el escenario y consideraron que esa decisión no perjudicaría las negociaciones para lograr el TLC con los Estados Unidos?. Quién sabe.

[1] Un simplismo altamente conocido pero inaceptable, se da cuando se señala que lo ético tiene que ver con lo legal, de manera que todo lo que la ley no prohíbe, es lícito y ético a la vez.
[2] Sobre las visiones teóricas de ética, véase Orellana, Patricio, “Dos éticas en pugna”, disponible en web site http://www.probidadenchile.cl
[3] Al respecto es dable señalar que al analizar potenciales efectos de una decisión, alguien puede sobreestimar las consecuencias de sus actos, lo cual actuará como un inhibidor de la acción (“puede que me despidan y como las cosas están difíciles, quizás no vuelva a encontrar trabajo nunca más...eso sería una irresponsabilidad con mi familia”…luego, no actúo).
[4] Un caso real relacionado con una decisión de Gobierno, se muestra en el cuadro “Votar en contra de Estados Unidos ¿decisión de principios o análisis puro?”.